ABBADO NELLA STAMPA
DIARIO GRANMA (Cuba)
January 27th 2005 Claudio Abbado
Claudio Abbado veut créer un orchestre symphonique de jeunes de l'Amérique latine, avec des représentants du Vénézuéla, de Cuba, des Caraïbes et d'autres pays latino-américains Claudio Abbado just created an orchestra composed of young Latin American players from Venezuela, Cuba, the Caribic and other South American countries. Claudio Abbado hat ein Symphonieorchester bestehend aus jungen lateinamerikanischen Instrumentalisten aus Venezuela, Kuba, die Karibik und anderen lateinamerikanischen Staaten gegründet
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Alud de talento en los límites del sinfonismo Abbado con la Orquesta de Jóvenes Latinoamericanos: osadía artística y entrega humana PEDRO DE LA HOZ Puedo entender a plenitud, ante lo acontecido estos días en el teatro Amadeo Roldán, la frase con que el maestro Roberto Chorens calificó las jornadas de gestación de la Orquesta de Jóvenes Latinoamericanos (OJL) días atrás en Caracas. Porque solo "una fiesta de la creación" puede dar frutos tan promisorios. En la capital venezolana, la primera etapa de esta nueva experiencia de integración cultural por la vía de la música reunió a 250 jóvenes, provenientes de Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Haití y, por supuesto, Cuba representada con 40 miembros procedentes del Instituto Superior de Arte, la Escuela Guillermo Tomás, el Conservatorio Amadeo Roldán, la Escuela Nacional de Música, la Orquesta Sinfónica Nacional y las homólogas de Santiago de Cuba y Holguín. Ahora en el Amadeo Roldán, con una composición mayoritaria de cubanos y venezolanos las miradas estimulantes de Martí y Bolívar ocuparon la parte alta del escenario, se verificó el milagro: la OJL ofreció una entrega agradecida y extraordinaria. En el centro del proyecto, el maestro Claudio Abbado, generoso en su actitud humana (¿qué otro de los grandes directores dedica tiempo y energías para cultivar el futuro de la música en países del Tercer Mundo?) y exigente en la concepción artística. Abbado logró en muy poco tiempo que estos jóvenes comenzaran a conocerse y comprender su estética musical por donde otros, incluso veteranos profesionales, culminan o nunca llegan: el francés Claude Debussy y el bohemio Gustav Mahler. El Debussy de La mer encarna un espíritu eternamente transgresor. El compositor concentró en esa partitura los mayores hallazgos de un lenguaje que trascendió, sin ser iconoclasta pero sí radical, los límites de la evolución del sinfonismo euroccidental desde Haydn y Mozart hasta Wagner. Escuchándola se entiende por qué a estas alturas el hoy célebre compositor y director francés Pierre Boulez afirma que a "Debussy podemos situarlo junto a Anton Webern en una misma tendencia de destruir la organización formal preexistente en la obra, en un mismo recurrir a la belleza del sonido por sí mismo, en una misma pulverización elíptica del lenguaje". La Sinfonía no. 5, de Mahler, contiene los retos más inimaginables de dinámica y construcción orquestal que se concibieron al agotarse el filón romántico del siglo XIX. Ese atormentado creador, dios y demonio en la Viena de su época, estructuró el material de la obra de una manera nada ortodoxa, con una marcha fúnebre (trauermarsch) en el pórtico y un rondó final delirante, pasando por el hermoso adagietto para cuerdas que abre la tercera división, de grata recordación para quienes admiraron el filme Muerte en Venecia. Entre los jóvenes y Abbado se las arreglaron para transmitir la forma y el espíritu de estas dos imprescindibles partituras. El público no fue ajeno a las inquietantes y coloreadas modulaciones de los esbozos sinfónicos de Debussy ni a la sobrecogedora naturaleza de Mahler. Quién sabe cuántas veces Abbado habrá visitado y revisitado esas obras. De la sinfonía mahleriana, la crítica ha señalado su versión de 1993 con la Filarmónica de Berlín entre los mejores registros de todas las épocas. Y apenas hace dos años, con la Orquesta del Festival de Lucerna hizo La mer. Pero, estoy seguro, que esta experiencia con la OJL fue única e irrepetible. Vale para tan espléndido resultado, repetir la frase con que la crítica vienesa solía calificar las ejecuciones de Mahler al frente de su orquesta: Herrlich wie am ersten Tag (Glorioso como en el primer día).
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